(Lc 20,27-38)
Queridos hermanos, Jesús toca un tema muy importante para nuestra vida: la resurrección de los muertos. Quisiera preguntarte ¿alguna vez te ha tocado la muerte de algún ser querido?, ¿cuáles son los sentimientos que se expresan entre la gente? La gente dice «que Dios te de fuerza», «ánimo», «ya está con Dios». Hay una verdad muy importante y es que nuestro Dios es de vivos, no de muertos. Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, nos creó para la vida no para la muerte; no obstante la muerte entró por la desobediencia de nuestros padres, pero Dios que nos ama tanto nos mandó a su Hijo Jesús precisamente para devolvernos la inmortalidad y Él nos muestra quién es: «Yo soy la resurrección y la vida», y también se nos muestra como el Pan bajado del cielo: «el que coma de este Pan tiene vida eterna y yo lo resucitaré». Así que yo te animo a que te acerques a Jesús, Él es la resurrección y la vida y es cierto que vamos a morir, pero la muerte no es el fin, es el paso a la plenitud de la vida.
Vale la pena llevar una vida unidos a Jesús sabiendo que la muerte no es el fin, sino el paso a la vida de Dios; también que una vez que nos llegue el momento de morir, nos van a sepultar y vamos a regresar al polvo de la tierra o nos van a incinerar, pero nuestro espíritu sigue viviendo. El cuerpo sí será reducido al polvo, a las cenizas, pero hoy Jesús nos dice claramente que va a haber resurrección de los muertos tal y como lo expresamos en el Credo: «creo en la resurrección de los muertos y en la vida eterna». Así que reavivemos nuestro amor a Cristo, Él es la resurrección y la vida y ha venido a traernos inmortalidad y nosotros, mientras estemos vivos acerquémonos a la eucaristía porque es el Pan que da vida eterna.
La bendición de Dios Omnipotente, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ti y permanezca para siempre. Amén.
+ Mons. Luis Artemio Flores Calzada
Obispo de la Diócesis de Tepic