Divina luz para el camino

 

 

La exhortación apostólica Evangelii gaudium a clérigos, obispos, presbíteros, diáconos y fieles cristianos laicos es el llamado más importante de la santa Iglesia; es el anuncio de nuestro Señor Jesucristo en voz del Santo Padre en el que llama a formar una sólida conciencia de los que amamos a nuestro Padre Dios.

 

La buena nueva en nuestra época

Sorprende del Santo Padre la plasticidad para guiar a su rebaño: “En obediencia al mandamiento de Cristo, que envió a sus discípulos a anunciar el Evangelio a todos los pueblos, la comunidad cristiana también en nuestra época se siente enviada a los hombres y mujeres del tercer milenio para darles a conocer la verdad del mensaje evangélico y abrirles de este modo el camino de la salvación”.

Es claro para los católicos el momento de reconversión, tal como lo ha observado el Obispo de Roma, quience reconoce el lado tradicional utilizado por la Iglesia de missio ad gentes, la interpretación de la misión de los pueblos sufre cambios y se adapta al nuevo contexto mundial y antropológico sin caer en antropomorfismos.

Entrega generos al hermano

La exhortación Evangelii gaudium va a profundidad, menciona la clara vocación del pueblo de Dios, aspecto emitido por el mismo Jesucristo. Es, sin duda, anuncio y testimonio del Evangelio en el primer servicio que dan los cristianos a sus semejantes; el objetivo primero y último es dar a conocer ampliamente el amor de Dios, el cual se manifestó en la forma más sublime que pueda existir, su hijo Jesús, Redentor del mundo. “¡Sí! La Iglesia está llamada a servir a la humanidad de nuestro tiempo, confiando únicamente en Jesús, dejándose iluminar por su Palabra e imitándole en la entrega generosa a los hermanos”.

 

Motivaciones para un renovado impulso misionero

“El encuentro personal con el amor de Jesús que nos salva. El gusto espiritual de ser pueblo. La acción misteriosa del resucitado y de su Espíritu. La fuerza misionera de la intercesión. María, Madre de la evangelización”.

El Obispo de Roma insiste en la paz y en la necesaria actitud positiva de escuchar a los más desprotegidos; aunque en este transcurrir algunos no deseen ni por asomo renunciar a sus privilegios, enuncia cuatro puntos estructurales para construir una sociedad más justa: trabajar a largo plazo, sin obsesionarse por resultados inmediatos; obrar para que los opuestos alcancen una unidad que engendre nueva vida; evitar que la política y la fe se reduzcan a la retórica y aunar globalización y localización. El Vicario de Cristo no olvida en sus propuestas el necesario diálogo interreligioso, pues “es una condición necesaria para la paz en el mundo”.

 

María, primera evangelizadora

“Cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño. Hay un estilo mariano en la actividad evangelizadora de la Iglesia. Porque en ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles, sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes. Mirándola descubrimos que es la misma que alababa a Dios porque derribó de su trono a los poderosos y despidió vacíos a los ricos (Lc 1, 52-53), es la que pone calidez de hogar en nuestra búsqueda de justicia. Es también la que conserva cuidadosamente ‘todas las cosas, meditándolas en su corazón’ (Lc 2, 19). María sabe reconocer las huellas del Espíritu de Dios en los grandes acontecimientos y en aquellos que parecen imperceptibles”.

 

Mtro. Luis Ignacio Zúñiga Bobadilla

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Comentarios al autor: (direccion.vallarta@univa.mx)

 

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