Al celebrarse el 2 de abril la sexta Jornada Mundial del Autismo en el año 2013, el entonces Presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, Mons. Zygmunt Zimowski, dirigió un mensaje en el que señala que la Iglesia Católica, preocupada por las personas con autismo, alienta la auténtica solidaridad con ellas y sus familias.
En el texto titulado “Auténtica solidaridad para las personas con autismo y sus familias”, el Arzobispo describe una lamentable situación hoy en día que ha generado “muchos de los prejuicios que rodean a las personas con discapacidad, incluidos sus padres. Cuando se trata de definir el autismo viene como resultado inmediato un juicio negativo sobre la persona que lo padece, y de manera implícita, una sentencia definitiva de exclusión en la sociedad”.
“Por otro lado se tiene la idea de una persona incapaz de comunicarse eficazmente con los demás, y se percibe como encerrado en una ‘campana de cristal’, su inescrutable, pero maravilloso mundo interior”.
El Prelado explicó que “esta imagen ‘típica y estereotipada’ del niño autista es la que necesitamos revisar profundamente. A través de su historia y desde sus inicios, la Iglesia siempre ha demostrado una gran preocupación frente este ámbito de la medicina con un testimonio concreto al nivel universal”.
“Ante todo el testimonio del amor que está por encima de cualquier estigma, en especial el estigma social que aísla al paciente y lo hace sentir como un cuerpo extraño: me refiero a esa sensación de soledad que a menudo se vive en la sociedad actual, y que se hace aún más presente en la salud moderna, muy avanzada en su ‘tecnicismo’, pero cada vez más carente de atención a la dimensión emocional que debería, ser a su vez, el aspecto determinante en cualquier acción o tratamiento terapéutico”.
El Prelado explicó que “frente a los problemas y dificultades que enfrentan los niños autistas y sus padres, la Iglesia ofrece con humildad el camino del servicio a estos hermanos que sufren, acompañándolos mediante la compasión y la ternura en su difícil camino humano y psico-relacional, mediante una acción efectiva de las parroquias, las asociaciones, los movimientos eclesiales y las personas de buena voluntad”.
Tras reiterar su llamado a la solidaridad, el Arzobispo precisó que esta debe hacerse concreta en el amor que cada persona con autismo “reclama y que lo podemos descubrir en sus ojos. La sonrisa de estos niños y la serenidad de su familia cuando los percibe como centro de la compleja estructura que cada uno de nosotros, mediante una tarea específica, está llamado a ofrecer a sus vidas, el compartir con ellos de una manera eficaz: será la mejor y la más grande satisfacción que podremos obtener”.
Luego de alentar la inclusión en la sociedad de los autistas, el Presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud recordó algunas palabras del Papa Francisco quien hace poco señaló que “debemos mantener viva en el mundo la sed de lo absoluto, no permitiendo que prevalezca una visión de la persona humana en una sola dimensión, según la cual el hombre se reduce a lo que produce y a lo que consume: esta sería una de las trampas más peligrosas para nuestro tiempo”.
Finalmente se dirigió a las personas con autismo, a sus familias y todos aquellos que están comprometidos con su servicio, “confirmando mi cercanía y mis oraciones, les envío mi personal y afectuoso saludo junto con mis mejores deseos personales por una feliz y alegre Pascua con el Señor Resucitado”.
FUENTE | ACIPRENSA