Santa María de Jesús Sacramentado Venegas
Hijas del Sagrado Corazón de Jesús
- Sus amonestaciones a nuestras faltas siempre eran caritativas y convincentes.
- Para negar permisos y no herir, se ponía sonriente y decía: “Lo que diga mi dedito” y con el índice indicaba que no. En casos semejantes decía: “una ene y una o”.
- Para decir que no le gustaba alguna cosa que le mostraban, solía decir: “Mira, de tan feo está bonito”.
- Cumplía con el deber de imponer castigos cuando era indispensable, solamente que lo hacía de tal manera que la hermana aceptaba por sí misma lo que se le imponía ante la comunidad.
- Cuando una hermana dejaba la congregación, al despedirse le daba sabios consejos y la bendecía con tanta ternura que nadie pudo evitar las lágrimas.
- Mucho sufría cuando se moría alguna de las hermanas.
- Manifestaba la fe al estar horas frente al Santísimo con una posición tan reverente… Las manos medio empuñadas una sobre la otra y apoyadas entre el pecho y el reclinatorio. Nunca la vimos descansando los codos. Ahí pasaba horas, inmóvil.
- Con toda sinceridad decía que nuestra congregación, en muchos aspectos, era menos que otras.
- Era muy notable su desprendimiento de las cosas, y como era muy estimada, recibía regalos con mucha frecuencia, pero en cuanto podía los pasaba, mas cuidaba de no dar apariencia de desprecio o falta de gratitud.
- En su celda nada había superfluo, nunca admitió cuadros o algo decorativo en las paredes.
- Comía muy poco; decía que le gustaba la loza pequeña, pero pensábamos que era para que no se notara lo escaso que se servía.
- Intimidad con Dios, en todo tiempo y en todo lugar. Anteriormente, la meditación de la comunidad iniciaba al leer una hermana en voz alta, para de ahí tomar puntos y hacer la reflexión. La Madre María de Jesús gustaba que yo leyera y para escucharme completo y claramente pedía que me sentara en la gradilla de su reclinatorio, pues no quería perder una palabra; con esto me daba la oportunidad de admirar el respeto y su fervor en la capilla. ¿Cómo es que estaba inmóvil todo el tiempo? Sin embargo, si a esa hora, por necesidad, acudíamos a ella, siempre abría sus ojos y sus labios llena de amabilidad.
- Estaba en su celda la imagen de Jesús doliente (obsequio que le hizo el Padre Efrén Figueroa) colocada frente a su mesita-escritorio, y una vez que entré me dolió mucho interrumpirla, tenía las manos una sobre la otra apoyadas en el pecho y los ojos fijos en la imagen, pero, qué expresión…
- Durante su gobierno, los viernes primeros, por la exposición del Santísimo durante el día y para que las hermanas pudieran estar en la capilla, disponía que no se hicieran sino los trabajos indispensables y que nadie saliera de casa de no ser imprescindible el asunto.
- Había infundido a las hermanas enfermeras el deber de acompañar a los enfermos moribundos; por su ejemplo, todas lo hacían con esmero y abnegación.
- Cuando nos visitaban nuestros familiares los saludaba y siempre manifestaba interés por sus necesidades o acontecimientos. La madre superiora debía revisar la correspondencia y si recibíamos noticias festivas nos hacía comentario y si eran tristes, nos prometía oraciones.
- Daba mucha importancia a la correspondencia de las hermanas, releía cartas y las mencionaba al dar respuesta.
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