San Jerónimo
Esta frase resume, de forma breve y concisa, el papel de la Escritura dentro de la catequesis. Tanto una, como la otra, tienen un solo principio y un solo fin: Cristo.
Sagrada Escritura: palabra viva y actual
Ante todo, la catequesis, en cuanto a educación de la fe, transmite algo que está fuera de nuestro alcance. Una verdad, la cual, antes de ir nosotros a ella, vino ella primero a nosotros; esta verdad, esta palabra de Dios, Cristo, se manifestó en el culmen de los tiempos, murió y resucitó, y ascendió a los cielos “para que no lo buscáramos con nuestros ojos, sino con nuestro corazón”, nos explica San Agustín. ¿Cómo conectarnos con esa palabra? ¿De qué forma relacionarnos y encontrarnos con ella? ¿Cómo conocer y dar a conocer a Cristo, si son veinte siglos los que nos separan?
Bien, somos afortunados de ser católicos. Esta revelación, transmitida a través de los siglos, ha llegado a nuestros días de manera oral en la Tradición apostólica, pero también escrita en la Sagrada Escritura. La Escritura no es una letra muerta y anticuada, sino que es antigua, pero a la vez siempre actual; antigua por su longevidad, nueva y actual por su autor, pues Dios mismo la inspiró, habló y sigue hablando a través de ella. Sin olvidar que la Escritura es complementada por la Tradición, y ambas custodiadas y explicadas por el Magisterio de la Iglesia.
Catequista: deber de llevar a Cristo
Como siempre, Dios tomó la iniciativa y ha hecho lo que en su sabiduría le pareció mejor. ¿Qué nos toca ahora a nosotros? ¿Qué hacer con lo que el Señor nos ha dejado?
Comencemos por el deber de los que ejercen el servicio de catequizar. Catequistas, acordémonos de nuestro fundamento y nuestro fin. Recordemos a quién servimos y a quién vamos. Debemos tener presente de quién somos, por quién vivimos y existimos. Nuestro llamado como cristianos, antes que catequistas, es estar con Cristo y llevar a los demás a Cristo.
La boca habla de lo que está lleno el corazón; ¿nuestra boca habla palabra de Dios? No podemos dar lo que no tenemos, ¿de qué nos sirve hablar de Dios si no tenemos a Dios en nuestro corazón? Seríamos como campaña que retiñe. Es importante ver cómo los Padres de la Iglesia y cada uno de los santos han tenido una íntima conexión con la Escritura, y cómo su mensaje no era otro más que lo que habían aprendido de la palabra.
La Escritura en la espiritualidad del catequista
Uno de los dones increíbles y bellos que encontramos como católicos es la riqueza espiritual que existe en nuestra Iglesia. Vasto y amplio es el sumario de esta riqueza. Entre estos dones espirituales existe la famosa práctica de la lectura orante de la palabra de Dios, mejor conocida como Lectio Divina. Este ejercicio espiritual consiste en cuatro sencillos pasos:
- Oratio: se invoca al Espíritu Santo, que inspiró la Escritura, para que nos ilumine e instruya.
- Lectio: se lee el pasaje de la Escritura.
- Meditatio: preguntarnos y meditar: ¿qué dice? ¿qué nos dice?
- Contemplatio: contemplar la palabra y llevarla a nuestra vida en la práctica.
Sería algo estupendo que hiciéramos este ejercicio de manera personal, pero también que lo enseñáramos en nuestra catequesis, llevando a los demás a descubrir este tesoro en la Escritura. El Señor, así como al profeta Ezequiel, nos invita a comer de este “rollo”. Seguro de que cuando lo hagamos, también responderemos como Ezequiel: “Lo probé y me supo dulce como la miel” (Cfr. Ez 3, 1-3).
Comisión de Catequesis Infantil
Que tristeza ver que muchos servidores parroquiales NO les gusta leer la Sagrario Palabra. Entre ellos catequistas