La sociedad se ha acostumbrado tanto a ver como causante principal del rompimiento familiar a un padre irresponsable, que ni siquiera se ocupa de los casos contrarios, cuando el origen radica en conductas de la madre. Conviene reflexionar un poco sobre esto.
Canciones, películas e historias tratan del machismo que abandona familias como si cambiara simplemente de casa. El varón es el malo de la película, que riega hijos, que dilapida el salario semanal, que se va con otras y que golpea a esposa e hijos. Pero no siempre es así. También hay madres desnaturalizadas, aunque para el Día de las Madres, todas son santas en vida.
Hay papás amorosos con sus hijos, que dan todo por ellos, desde el sacrificio de su bienestar para darles una profesión, hasta la salud o la vida misma. Pero en el Día del Padre casi nadie se ocupa de eso, es más bien ocasión de promociones comerciales: “¡cómprale, regálale a papá tal o cual cosa!”; simplemente recordemos el pasado festejo, que pasó sin pena ni gloria.
La excepción en los casos
Hay casos de rompimiento matrimonial donde el padre es, junto con los hijos, la víctima, y aunque son los menos, valdría la pena ahondar en ello. Cuando hay divorcio por crisis conyugal, puede deberse a falta de uno o de ambos, pero ese “malo de la película” puede variar.
Cuando una mujer sin buenas bases morales, familiares, o con serios trastornos psicológicos, decide lastimar o dañar al marido, puede llegar a hacerlo sin límite alguno. Pero sin que lo mande asesinar, que llega a pasar, sí puede llegar a extremos de causarle el mayor daño posible, sobre todo psicológico y profesional. Para ello se vale de la mentira, la calumnia, y hasta de inventarle delitos.
Batalla desde un solo lado
El propósito de esas mujeres es no solamente alejar al marido de ellas, sino también, y principalmente, de los hijos. Una madre insensible al concepto de “familia”, hará todo lo que esté a su alcance para alejar a los hijos del padre, legal y, en especial, ilegalmente. Busca el mayor mal posible para éste: privarlo de sus hijos.
La madre irresponsable hace un paquete de ella y los hijos y, si tiene un conflicto con el esposo, lo lleva conceptualmente a un pleito entre él y “ellos”: “su padre no nos quiere”, “su papá nos quiere abandonar”, “su papá nos grita”. Y que no se le ocurra a un hijo defender al papá, porque le irá muy mal con ella.
Esa madre considera a los hijos como su obra, su propiedad, y no está dispuesta a compartirla con su ahora adversario, el padre-marido.
Una baraja de artimañas
La estrategia sobada es poner a los hijos contra el padre; busca, a como dé lugar, dañar la imagen que los hijos tienen de su papá, llegando a infundirles verdadero odio contra él. Quiere quitarle los hijos al padre, pero ni siquiera se le ocurre que les está quitando el padre a los hijos, y si alguien se lo hace notar, lo rechaza: “¡estás de parte de él, contra nosotros!”, dice.
Casos sobran, pero lamentablemente pasan desapercibidos, en gran parte porque mucha gente no concibe que la falla sea materna: por fuerza ese malo de la película debe ser el varón. Hay una solidaridad gravemente malentendida, que lleva inclusive y principalmente a otras mujeres, parientas o amigas, a tomar partido en contra del marido, apoyando el alejamiento de los hijos.
Se busca dañar a toda costa
Judicialmente, recurren a abogados corruptos o a mujeres abogadas que acepten estar, en solidaridad femenina tergiversada, por principio y en lo chueco o derecho, del lado materno, para dañar moral, económica y profesionalmente al hombre, y alejarlo de los hijos. Se levantan falsas acusaciones, muy fáciles de llevar adelante en un sistema judicial corrupto en alto grado, como es lo penal.
Lo ideal para esas malas madres y malos abogados, es que el padre de familia termine en la cárcel, y no tenga contacto con los pequeños. Si no se puede, al menos asegurarse la custodia de los menores también a como dé lugar, y reducir la convivencia forzosa al mínimo, utilizando cuanta trampa se les ocurra; y si es posible, quitarles la misma patria potestad, que también se puede, y así impedir a la prole pasar algunos momentos con su padre.
La ausencia siempre daña
Es grave que los hijos crezcan sin la figura paterna, sin el papá que los acompañe, les dé tiempo, amor, atención, dirección y consejo. Lo sabemos: muchas veces esa ausencia paterna es por abandono de familia, total o parcial, o porque un hombre emigra buscado ingresos para la familia y la educación de los hijos. Puede tratarse así de una maldad o de una decisión incorrecta. Pero hay otros casos.
Cuando un padre está ausente porque la madre se ocupa de que no pueda convivir con los hijos, y éstos no tienen papá en su infancia y adolescencia, el caso es totalmente diferente. El resentimiento, el odio, la repulsión de una mujer contra su hombre, llega a extremos inaceptables. Si puede, huirá con ellos a otra ciudad, para que no los encuentre. Su afán de agresión daña terrible e irremediablemente a los hijos, pero ni siquiera lo considera así.
Abogar por prestar atención a estos casos
Estos casos del buen padre y la mala madre, deben ser considerados y abordados por el Estado y por la sociedad, sobre todo por los familiares cercanos. No es posible que una mujer dañe a los hijos que tanto dice querer, privándoles de su papá, y que la sociedad y las familias simplemente vean hacia otro lado.
Tanto derecho tienen ambos padres de estar con sus hijos, de cuidarlos y educarlos, como los propios hijos tienen el correspondiente derecho de tener a ambos padres, amarlos y recibir de ambos cuanto quieren y puedan darles, y no verse privados de alguno de ellos, por perversidad del otro o la otra, que es el caso aquí abordado, de la convivencia padres-hijos.
Ignacio Reyes Estrello