Sábado Santo
La celebración de la gran fiesta de la Resurrección de Jesús del sábado santo en la Catedral de Tepic fue presidida por Mons. Luis Artemio Flores Calzada, acompañado del Obispo Emérito Alfonso Humberto Robles Cota y cuatro sacerdotes, junto con un gran número de feligreses.
La celebración está compuesta de momentos que tienen gran significado; uno de ellos es la bendición del fuego nuevo, con el que se enciende el cirio pascual, que guiará a la Iglesia en este año, recordándonos que Jesús es el Alfa y la Omega,es decir, el principio y el fin; otro momento significativo es la lectura del Pregón Pascual y de las lecturas del Antiguo Testamento, donde se nos recuerda la actuación de Dios a lo largo de la historia, y cómo va cumpliendo la promesa de mandar un Salvador.
Momento de gran expectación es cuando se entona el Gloria, con el que se termina el luto y la austeridad y se reconoce que Jesús vence a la muerte, y resucita. Tras la bendición del agua bautismal, donde se reflexionó que el agua da vida, que nos da vida como bautizados, se pasó a la consagración del pan y del vino.
La muerte que traía el pecado ha sido vencida
En su homilía, el Obispo de Tepic dijo: “Estamos celebrando la gran fiesta de la alegría, en donde cada uno de nosotros tenemos que estar alegres por creer con firmeza que el Padre Dios nos ama tanto y ha hecho resucitar a su Hijo, lo ha dejado vencer sobre la muerte, y junto con Él nosotros resucitamos a una vida nueva y plena, donde la muerte que nos traía el pecado la hemos vencido. En la Resurrección de Jesús contemplamos la intervención de Dios Padre, cuando ve que toda esperanza humana está perdida”.
Y agregó: ¡Cristo ha resucitado y con su Resurrección nos trae vida nueva no solo para los que estamos aquí presentes, sino para toda la humanidad; trae alegría, gozo y paz, que sólo Él da y que nosotros estando cerca de Él tenemos que cuidar y salvaguardar!”.
Al finalizar la celebración el obispo Luis Artemio agradeció la presencia y compañía del obispo Alfonso Humberto, el apoyo de los sacerdotes: Javier, Eduardo, Ramón y Ricardo y al diácono Josué y todos los jóvenes y servidores de la Catedral.
Carlos García