En México, la pobreza en la que viven millones de personas es una realidad lacerante que merma su dignidad y que plantea un sinfín de retos a la clase política, a las instituciones de la sociedad civil y a la Iglesia misma. Sin duda que, aparte de la enorme responsabilidad que tienen los gobernantes respecto a este tema, todos estamos obligados a apoyar a los que menos tienen, a organizarnos para que, de manera subsidiaria, se logren mejores condiciones de vida para todos.
Lamentable situación
Según el Banco Mundial la pobreza en México se mantiene en niveles altos y por ende inaceptables, y ofrece como estrategia de asistencia al País un mayor endeudamiento a partir de 2004 y hasta 2008. Y es que los niveles actuales de pobreza son similares a los registrados en los inicios de la década de los años noventa, hecho que demuestra que en los últimos 15 años no se ha combatido con eficacia esa condición que afecta a más de la mitad de los mexicanos. Más de 50 por ciento de nuestros connacionales son pobres, debido, en gran medida, a la enorme desigualdad en los ingresos, pues la décima parte más rica de la población percibe más de 40 por ciento de los ingresos totales, mientras la décima parte más pobre sólo obtiene 1.1 por ciento. Además, a los índices de pobreza hay que sumar factores como la profunda desigualdad regional y étnica, y las diferencias en lo que respecta al acceso a la salud, a la educación y a los servicios públicos de buena calidad. Según el mismo Banco Mundial, alrededor de 53 por ciento de los 104 millones de habitantes están en esta situación, definida como un nivel de consumo por debajo de las necesidades mínimas de alimentos básicos y algunos otros bienes no alimentarios también considerados básicos.
Cerca de 24 por ciento de la población es considerada «extremadamente pobre», es decir, que obtienen un ingreso insuficiente incluso para llevar una nutrición adecuada.
Ni pactos ni tratados
La pobreza en México se extendió debido, entre otras cosas, a que la transición económica ha resultado más difícil de lo que se había previsto hace una década, cuando la reducción de la deuda externa conforme al plan Brady (1990) y la entrada en vigor del TLC (1994) con Estados Unidos y Canadá hacían parecer promisorio el desarrollo económico. La herencia negativa de la crisis de 1994 y 1995 se ha sostenido, con niveles de pobreza que apenas están recuperando los que se tenían al comienzo de los años noventa. Después de 10, las ventajas iniciales derivadas del TLC comienzan a ser diluidas por la creciente competencia mundial, principalmente de parte de China, que a partir de 2003 desplazó a nuestro país como el segundo socio comercial de Estados Unidos.
El avance en las variables macroeconómicas como tipo de cambio estable, inflación y tasa de interés limitadas, así como el bajo riesgo país, no han podido elevar la calidad de vida de los trabajadores.
Organizarnos para mejorar
¿Cómo superar el problema de la pobreza? No es una tarea fácil. Para el sociólogo César Hernández Moreira, especialista en temas de Doctrina Social, la pobreza tiene que ver, fundamentalmente, con la falta de solidaridad entre los ciudadanos y con la incapacidad de los gobiernos para actuar de manera subsidiaria en éste y otros rubros: «La pobreza no es un tema aislado, no tiene que ver sólo con la falta de dinero, sino con un cúmulo de circunstancias que no se han de contemplar de manera aislada; esto es, precisamente, lo que no nos permite superar el problema. Vemos a algunos organizando colectas, redondeos, maratones económicos y un sinnúmero de inventos que, aislados ayudan, sí, pero sólo a unos cuantos, menguando el problema pero no le hallan una solución de fondo. Es decir, seguiremos viendo discapacitados que no son atendidos integralmente porque aunque se tenga un centro de rehabilitación, en las calles no existen las condiciones necesarias para que se pueda desplazar con toda libertad y seguridad, por ejemplo, un minusválido o un invidente».
La moda del redondeo
Ante la pregunta, ¿los redondeos, el Teletón, y todo ese tipo de iniciativas, contribuyen a superar los problemas de marginación, pobreza y discriminación? El sociólogo Hernández Moreira precisó dos cosas: «Primero hay que decir que, en efecto, la sociedad sí se ve beneficiada. Por ejemplo, en lo que concierne a los redondeos, existen organizaciones altruistas que son beneficiadas con un ingreso extra que facilita su labor e, indirectamente, también beneficia a todos, porque de alguna manera logra paliar un problema social. O en el caso del Teletón, donde somos testigos de que se ayuda a niños discapacitados a través de la apertura y puesta en marcha de centros de rehabilitación».
La segunda precisión que hace César Hernández tiene que ver con los vacíos legales que pudieran existir en cuanto al manejo transparente de esos recursos: «Y el abuso que hay en las tiendas de autoservicio, donde no se le pregunta a los clientes si acceden o no a donar algunos pesos para una causa específica».
¿Para salir en la foto?
Según el analista, una de las interrogantes más frecuentes que se hace en torno a eventos como el Teletón, por señalar algún ejemplo, versa sobre el aparato mediático que se implementa y que pareciera engrandecer a algunas empresas, justificando una cantidad enorme de injusticias y abusos que se cometen en contra de sus empleados y consumidores: «Hay quienes afirman –apunta el especialista– que el Teletón y el Jugueton, entre otros, les han servido a los grandes medios de comunicación y grupos corporativos para hacerse de credibilidad, que en los actuales tiempos les es muy necesaria y que les agrega un alto valor intangible a sus empresas. Es decir, hay una intencionalidad comercial y económica, pues los medios y las empresas, al participar en este tipo de eventos, lo que están construyendo, insisto, es la credibilidad que realmente no tienen y, ésta, a su vez, se refleja en una ampliación de la cartera de clientes y en ventas mucho más elevadas».
Por otra parte está el cuestionamiento sobre la deducibilidad de impuestos que genera a las empresas el colaborar con estas causas: «Me pregunto si se aprueba en su totalidad la reforma fiscal, con la que se impide ya la deducibilidad de impuestos en algunos rubros, como éste; seguirán las empresas donando las cantidades a estos eventos».
Mala idea, comercializar los valores
El licenciado en Ciencias y Técnicas de la Comunicación, Pablo Bernabé Díaz, de la Universidad Católica del Valle de Atemajac, considera que los medios de comunicación y las empresas podrían generar condiciones distintas en las que los valores no sean objeto de comercialización, ni se use el sentimentalismo para disfrazar actitudes que pueden ser cuestionadas: «A mí me parece que tener a un artista o personaje público llorando y diciendo que si no ayudamos –dando dinero–, entonces le estamos fallando a México; porque eso es manipular, comercializa y tergiversar los valores. Lo cierto es que nuestro pueblo es pobre, y que mucha gente se desprende de una o dos monedas que necesita realmente para contribuir; mas la mercadotecnia al servicio de estos eventos los convence de donarlos».
Bernabé Díaz apunta que una de las obligaciones que no han asumido los medios de comunicación es la de fomentar los valores, como la sinceridad, la honestidad, la fidelidad, la familia, y cuando se arman estos actos mediáticos, pues no se puede apelar a los valores que ellos no han fomentado, por el contrario, los atacan sistemáticamente.
Arnold Omar Jiménez Ramírez