370 años de fe y tradición a la Virgen de Talpa
Las Sagradas Escrituras nos hablan de que Nuestro Señor Jesucristo se retiraba a las montañas a orar; eran esos sitios perfectos para hablar con Dios y desde allí también enseñar las bienaventuranzas, mostrando a un Dios sencillo, humilde y amoroso con sus hijos.
En Talpa de Allende, ubicado en la Sierra Madre Occidental de Jalisco, perteneciente a la Diócesis de Tepic, Nuestra Señora del Rosario de Talpa también ha elegido esta hermosa región para prodigarnos su ternura de Madre y arrancar del corazón de Dios milagros y favores para nosotros, sus hijos predilectos.
El milagro de la renovación
Sabemos que la imagen de la Virgen fue elaborada de milpa seca de maíz hacia el año de 1540 en Pátzcuaro, Michoacán; que fue traída a Talpa por fray Manuel de San Martín en 1580 y que para 1644 la imagen se encontraba en un estado de maltrato por el paso de los años, el polvo, los insectos y comejenes que acarreaban las flores que colocaban en su altar.
El sacerdote del lugar, Padre Pedro Rubio Félix, ordenó sepultar algunas imágenes viejas y destruidas. La encargada de realizar la orden era la indígena María Tenanchi, quien tomó un mantel tratando de envolver la imagen; pero de la Virgen emanaron resplandores de fuego llenando la capilla de nubes y ángeles. Esto sucedió el 19 de septiembre de 1644.
Para celebrar un aniversario más de la Renovación de la Virgen, cada 10 de septiembre muy temprano, al alba, se realiza el “Baño de la Virgen”, un acto preparatorio para comenzar el novenario con todo esplendor: este consiste en un ritual de aseo de la imagen, limpieza de sus joyas y cambio de vestido.
Camina entre sus hijos
En las afueras de la basílica y la plaza principal, los barrios de San Miguel y San Rafael elaboran las magnas alfombras de flores y aserrín de colores por las que la Virgen caminará llevada en andas por los seminaristas y sacerdotes de nuestra diócesis.
Entre el sonido alegre del repicar de campanas, combinado con las voces de miles de personas cantando alabanzas y aunado al viento suave que llevaba por los aires nuestro amor a María, la Virgen fue llevada a la Parroquia de San José, recorrió la plaza hasta llegar al altar mayor de su basílica.
Entre la emoción de los fieles, el aroma a gratitud y el cariño reflejado en las lagrimas y vítores que la aclamaban como reina de Jalisco y madre de la Diócesis de Tepic, se cantó “La Salve”, se impartió la bendición con la imagen y se colocó de nuevo en su trono para seguir bendiciéndonos como desde hace más de 370 años.
José Miguel Quintero García
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