¿Bueno?, ¿quién habla?…

Las Andanzas de Don Juan

Al grito de: ¡Vivan los héroes que nos dieron patria y libertad!… respondíamos: ¡Viva!, y el alcalde, desde el kiosco, seguía: ¡Viva México!… y nosotros gritábamos más fuerte: ¡Viva!, ¡viva!, ¡viva!; era tanta mi emoción que hasta la piel, por no decirles el “cuero” -todo arrugado-, se me enchinaba.

Como ya se dieron cuenta, hoy quiero platicarles sobre las pasadas fiestas patrias, que me tocó  conmemorar y disfrutar en Mascota, Jalisco. ¡Y sí que son fiestas! –que suerte la mía–, pues sin querer “maté dos pájaros de un solo tiro”, ya que ahí se festejan, el mismo día 15 de septiembre, tanto las fiestas patrias como las patronales, estas últimas en honor a Nuestra Señora de los Dolores.

En esta ocasión viajé con mi esposa Victoria; su familia materna y paterna es originaria de ese pueblo jalisciense. Pero, qué les cuento, no viajamos solos, nuestros nietos en Tepic, antes de subir al autobús, nos regalaron un teléfono celular para que estuviéramos en comunicación con ellos, y en alguna emergencia les echáramos un grito. Yo les dije: Gracias, pero… ¿y esto con qué se come? Al menos díganme cómo se prende, y “en lo que canta un gallo”, medio me  explicaron -y yo medio entendí–, ¿no que “al buen entendedor, pocas palabras”?

Y a darle “rienda suelta al huarache”, salimos a la calle; pero antes que nada, fuimos a Misa a dar gracias a la Virgen de los Dolores. Y en eso estábamos cuando, a media Misa, en plena homilía, que timbra el mentado celular –“trágame tierra” –, y ya uno viejo para estas cosas, de la vergüenza no encontraba el botón para apagarlo, mejor me salí a contestar: ¿Bueno?, ¿quién habla? Eran mis nietos que querían decirme que no se nos fuera olvidar llevarles: “Orejones” y “tirillas” (conservas de mango, típicas de Mascota). Ni modo de regañarlos, ellos que sabían qué estábamos haciendo a esas horas; además, debimos apagarlo antes de entrar a la iglesia. Lo difícil fue regresar a la Misa, yo sentía que todo mundo me veía al entrar; pero eso sí, entré con el celular bien apagado.

Una vez que salimos del templo, admiramos la arquitectura del recinto parroquial (construido en el siglo XVIII), de ahí nos fuimos caminando a ver la capilla de la Preciosa Sangre de Cristo y el edificio del Seminario Menor; después, regresamos a la plaza principal a descansar un rato, sin dejar de saborear un sabroso “pachuco” (helado típico, de leche). Y en eso estábamos –con los dientes entumidos por lo frío–, cuando llegaron nuestros sobrinos para avisarnos que en su casa nos habían hablado de Tepic, ya que nos marcaban al celular pero los mandaban al buzón –sabe qué será eso–. Y que me acuerdo que lo apagué después del ridículo que me hizo pasar.

Más tardé en encenderlo que en lo que volvió a timbrar, y otra vez que contesto: ¿Bueno?, ¿quién habla?… y nadie respondía. Le dije a un sobrino:  a ver, tú que le entiendes más a estos aparatos, revísalo a ver qué tiene; lo toma y sonriendo me dice: …Ay tío, le mandaron un mensaje, mire, léalo… a lo que le contesto: Ay, hijo, no te rías de mí, estoy como “el que de nada sabe y de todo se unta”. A ver qué quieren… ¡pero qué falta de ortografía! –ya ni los telegramas de mis tiempos–, fíjense en lo que escribieron: k ad+ yeven huesitos. No, pues medio entendí que les llevemos “huesitos” (dulce de leche) …¡Ah la juventud de ahora!, mejor le seguimos con el “pachuco” –ya todo derretido–.

Estábamos sentados y frente a nosotros divisamos, a un costado del templo parroquial, la ermita con la imagen del mártir San José María Robles Hurtado (canonizado el 21 de mayo de 2001 por el Su Santidad Juan Pablo II). Cuánta ignorancia de mi parte –no hablo por ustedes–; pero en nuestra diócesis tenemos un santo, que nos ha dejado un testimonio de fe y de amor cristiano, y es nuestro intercesor ante Dios. Estuvimos leyendo que nació en Mascota, el 3 de mayo de 1888; fundó la congregación religiosa Hermanas del Corazón de Jesús Sacramentado, y murió colgado de un roble el 26 de junio de 1927, en la sierra de Quila.

Estábamos emocionados conociendo los pormenores de nuestro santo cuando timbra muy raro el celular, y que contesto: ¿Bueno?, ¿quién habla? Nadie me respondió, ¿y ahora qué pasó?; de lejos vi que decía: batería baja –¡ah, bonita cosa!, ahora ya hasta le dio hambre–, y que vamos a “cargarlo”, porque si este aparato se apaga vamos a tener vuelta loca a la familia queriéndonos hablar y nosotros sin poder contestar.

Miren nada más de lo que les terminé platicando, de nuestro acompañante del viaje y no de las fiestas patrias… pues ahí será para la otra. Pero antes de regresar a casa fuimos a pedirle a San José María Robles que nos aparte un lugar en nuestra Patria Celestial. ¡Vivan los héroes, que con su vida nos enseñan el camino a la verdadera libertad y a la santidad! ¡Viva Cristo Rey!

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