Belén, lugar de esperanza

Paz y bendición

 Hemos llegado al fin del tiempo ordinario, y la liturgia nos hace volver a este tiempo de Adviento; pero no es una repetición sin sentido de una festividad que a veces puede acomodarse en una costumbre familiar; es renovar y recordar la esperanza que nos ha nacido en Cristo Jesús, el Hijo de Dios vivo. Por deseo contarte un poco sobre la gruta de la Natividad en Belén y de algunos elementos que la conforman.

 En el lugar preciso de la gruta encontramos una estrella plateada con la inscripción en latín Hic de Virgine Maria Iesus Christus natus est (Aquí nació Jesucristo de la Virgen María). Día y noche permanecen encendidas lámparas de aceite que velan el lugar del nacimiento, porque el nacimiento del Señor es siempre una luz en medio de las tinieblas. Él es la ‘grande luz’ de la cual habla el profeta Isaías, manifestada en un pequeño niño que nos trajo grande esperanza. ¿Somos aún capaces de reconocer reconocer esta gran luz?

Y para ayudarnos a seguir meditando este gran misterio, justo sobre el altar están colocados pequeños iconos que representan la Anunciación, el Nacimiento, el bautismo en el Jordán, la Crucifixión y la Resurrección. En síntesis es todo el misterio de la salvación que tuvo su inicio en el anonadamiento del Hijo de Dios. Nuestra esperanza nace con él, pero debemos hacer este camino siempre, cada año, porque a nosotros se nos acaba el aceite, pero Él es siempre novedad.

Aun en este tiempo de pandemia, se nos busca imponer la ‘navidad comercial’, muy lejana de su verdadero sentido; recordemos que la esperanza verdadera y segura está fundamentada en la fe en Dios Amor, Padre misericordioso, que tanto amó al mundo que le dio a su Hijo unigénito, para que los hombres, y con ellos todas las criaturas, puedan tener vida en abundancia. Por tanto, el Adviento es tiempo favorable para redescubrir una esperanza no vaga e ilusoria, sino cierta y fiable, por estar ‘anclada’ en Cristo, Dios hecho hombre, roca de nuestra salvación. Hasta la próxima.

Fray Jesús Manuel Silván García, OFM

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