Hablar de valores es difícil por el hecho de descubrir si en realidad los practicamos o no en la vida diaria, y más aún si hablamos del valor del amor, ya que en ocasiones definirlo es lo complicado.
Amor, ideal del bien común
El valor del amor es tener como ideal el bien común, el perfeccionamiento propio y el de los demás. El amor es considerado como la unión de expresiones y actitudes importantes y desinteresadas, que se reflejan entre las personas capaces de desarrollar virtudes emocionales.
El amor se piensa como un tópico filosófico y, sin embargo, es necesario pensarlo como el referente más general que nos permite tomar decisiones éticas. Es la base de toda nuestra actuación, cuando se le considera y también cuando no.
Como sociedad, estamos de acuerdo en que lo mejor de la educación del intelecto, de las potencialidades humanas deben encaminarse al bien individual de la humanidad, no a la justicia fría, no a la responsabilidad de cada cual, ni al cumplimiento de las obligaciones que nos tocan, sino más allá: a tratar a cada persona como aspiramos a ser tratados, con amor.
El amor es el mayor bien
La idea de amor tiene un significado profundo: de lo que en lo más íntimo de nuestro ser creemos que es bueno o malo; otros valores como la justicia evalúan la transgresión a las normas de observancia externa, pero el amor es el único que estima la esencia del bien y del mal en nuestra conciencia. Nos permite tomar decisiones tomando en cuenta lo físico (lo que se ve) y aquello que forma parte de lo espiritual (es decir, lo que no podemos ver).
Transitar por la vida sin rencores, perdonando nuestros errores y las fallas de los demás es expresión del amor. La venganza, el engaño, los sentimientos de culpa y el sufrimiento que nos causamos a nosotros y que podemos provocar en los demás, son consecuencia de decisiones que no se apegan al ideal de bondad, sino al “ideal” de la maldad.
A pesar de lo que digamos, es necesario precisar que el buen comportamiento es un proceso de difícil decisión, en todas las situaciones hay opciones que se deben evaluar, complejidades que requieren de preparación y el mejor uso de nuestra inteligencia, el amor nos sitúa en dirección al mayor bien y el menor mal posible.
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”
Como católicos que somos, ¿nos damos cuenta de la realidad en la que vivimos y de cómo vivimos el valor del amor? Existe un escenario que nos muestra la carencia de este valor, una realidad donde podemos percibir la falta de Dios en nuestras vidas. Hoy el amor o el valor del amor es practicado a conveniencia, a medias, de una forma egoísta donde solo a las personas que nos rodean como lo son: amigos, familiares, novio (a), etcétera, son a los únicos a quienes se lo brindamos y no a la sociedad en general.
Vivimos un amor lleno de limitantes, con condiciones, lo vivimos de palabras y no con actos. El amor se hizo para vivirlo sin límites, para mirar al prójimo con los ojos de Dios, descubriendo en cada uno su esencia, tratando de buscar el bien común; el amor se hizo para disfrutarlo y ser feliz, encontrando en cada uno de nuestros actos la imagen de Jesús resucitado.
El amor se hizo para dar, para regalarse al mundo entero, para mirar la vida de una manera positiva y buena. Si el amor prevaleciera en cada ser humano, nuestra sociedad sería diferente. Por tanto, dentro de los valores más importantes debemos considerar el amor como el que encabeza la lista de todos, pues Cristo lo dice: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, y si en la vida aplicamos este mandamiento en toda su extensión, entonces diremos que nuestra vida de verdad está llena de valores y, por consiguiente, llena de frutos.
Marisol Arreola González