Todos venimos de una madre. Esa mujer por la cual estamos aquí leyendo esto (o escribiendo, en mi caso), esa mujer que nos dio a luz y que nos ha cuidado desde ese día y probablemente lo hará hasta el final de nuestra vida. Este mes de mayo es especial porque se celebra el Día de las Madres, día en que todo es color de rosa entre madre e hijo y no existe ningún problema, un día para preguntarnos: “¿Cómo es la relación con mi madre?, ¿es lo suficientemente buena?, ¿soy totalmente agradecido con ella?”. Este artículo busca ayudarte a pensar en ello y a mejorar.
Pleitos frecuentes con la mamá
Desde temprana edad nos queremos comer el mundo. Nos creemos invencibles e independientes a los 15 años, lo cual nos enfrenta con nuestras madres. En esos problemas casi siempre creemos tener la razón, con base en argumentos muy malos. Esa misma independencia que sentimos hace que prácticamente nunca sigamos consejos de nuestras mamás. ¿Por qué no hacerlo? Muchas veces por orgullo, o simplemente porque no creemos que tengan la razón, porque ya están viejos, etcétera, tantas excusas tontas que nos hacemos.
Pongámonos a pensar un poco: ellas fueron adolescentes en algún momento, se sienten como nosotros y pasaron por muchas cosas similares a las nuestras. Y probablemente también pelearon con sus madres por lo mismo, y hoy las entienden. Cada vez que nuestra mamá nos prohíba hacer algo o nos dé un consejo, hay que ponernos a pensar que ellas fueron como nosotros, más parecidas de lo que imaginamos, y es por ello que nos dicen lo que nos dicen y nos cuentan lo que nos cuentan. Sé también que no existe madre perfecta, ellas también se equivocan en sus decisiones, son humanas después de todo, pero muy sabias; un ejemplo de ello es que siempre encuentran lo que tú no pudiste encontrar por horas, o cuando saben perfectamente lo que pasará contigo y tus actitudes o con las de tus hermanos. Ellas te conocen más que a sí mismas, por esa razón tenemos que ser muy cercanas a ella, más aún en la adolescencia y la juventud.
Dan la vida por sus hijos
Desde que era un adolescente de 12 años, la relación que llevaba con mi madre era bastante mala: peleas a diario, discusiones, incluso maltratos, y la mayoría de las ocasiones (por no decir que siempre) era por mi rebeldía de la pubertad. A los 14 crees mandarte solo y que tu papá o tu mamá solo está para darte dinero, cuando ellos son los mejores consejeros que puedas tener. Afortunadamente, mientras fui creciendo, la relación con mi mamá mejoró mucho, y hoy, más de seis años después de esas peleas, la escucho y la comprendo, y somos buenos amigos.
Retomando el tema de las mamás no perfectas, te aseguro que ninguna lo es ni lo será. O son regañonas, o muy sobreprotectoras, o simplemente dices que “no le importas”, según tú no te cuida, y hasta dices que no sabe hacer de comer. Podemos encontrar mil defectos en una madre, pero habrá una cualidad que siempre estará: te ama más que a nada en el mundo y solo quiere lo mejor para ti. Las madres son creativas y demuestran el amor de muchas maneras, no solo con abrazos y besos, sino también con regaños y pláticas, con correcciones y castigos, con discusiones de madre a hijo. Sea como sea tu madre, siempre estarás en deuda con ella, porque por ella estamos aquí, ella dio el sí a tenerte y a cuidarte sin importar lo que pasara. Por eso ama a tu madre sin importar como sea, ámala hasta el extremo y, sobre todo, cuídala, porque desgraciadamente no es eterna.
Jorge Arturo Arellano del Águila
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