¡Alto a la guerra! Y encuentro con el prójimo

 

Con la reciente intensificación del conflicto en la franja de Gaza, la guerra en Iraq, Ucrania y otras partes del mundo, los noticieros, internet y demás medios de comunicación han mostrado imágenes escalofriantes de niños y adultos gravemente heridos y muertos en estos combates. Pero si volvemos la mirada a nuestro país, vemos una realidad semejante con la presencia del narcotráfico, la delincuencia organizada, la corrupción y otros males.

 

“Sensación de soledad”

La piel se eriza y el corazón se parte en dos al ver esta realidad que humanamente nos lastima y como sociedad nos alerta respecto a la crisis global que vivimos, de la epidemia que no puede cuantificarse pero que todos los días vemos de cerca: la necesidad de Dios en nuestras vidas y en nuestro mundo.

Tristemente no sabemos reconocer esta necesidad inherente a nuestro ser y al sentir ese vacío –esa necesidad del único amor verdadero, de la única seguridad absoluta y la verdadera paz para nuestros corazones– intentamos llenarlo con cosas materiales, sueños intrascendentes, obsesiones, personas, vicios y demás.

En la Basílica de Nuestra Señora de Aparecida, en julio de 2013, el Papa Francisco los identificó como ídolos: “Es cierto que hoy todos un poco, y también nuestros jóvenes, sienten la sugestión de tantos ídolos que se ponen en el lugar de Dios y parecen dar esperanza: el dinero, el éxito, el poder, el placer. Con frecuencia se abre camino en el corazón de muchos una sensación de soledad y vacío, y lleva a la búsqueda de compensaciones, de estos ídolos pasajeros”.

El mundo en el que vivimos aplaude el individualismo. Las personas que quieran ser exitosas, tener fama y poder, han de enfocarse en sí mismas y buscar su propio beneficio a toda costa, poniendo sus necesidades por encima de las de su pareja, hijos, familia, y ni qué decir de los indigentes, ancianos y niños de la calle.

 

Encuentro con el prójimo

“En todo el mundo se comprueba una angustia terrible, una espantosa hambre de amor. Llevemos, por tanto, a nuestras familias la oración, llevémosla a nuestros niños, enseñémosles a rezar. Pues un niño que ora, es un niño feliz. La familia que reza es una familia unida”, dijo la Madre Teresa de Calcuta.

Nos hemos ensimismado con el objetivo vago de encontrarnos a nosotros mismos, de encontrar la felicidad, y en esta búsqueda inevitablemente perdemos el rumbo. Olvidamos que para encontrarnos tenemos que empezar por tener un encuentro con Jesús, certeza a toda incertidumbre. Pasamos por alto que también tenemos que encontrarnos con el prójimo, que es el rostro de Jesús.

“El ‘dragón’, el mal, existe en nuestra historia, pero no es el más fuerte. El más fuerte es Dios, y Dios es nuestra esperanza”, ha dicho el Papa Francisco.

 

Pedimos un alto a la guerra

Un alto a la guerra contra nosotros mismos, un alto a la violencia en el seno de la familia, un cese de la indiferencia ante la necesidad del prójimo. Hoy pedimos de todo corazón paz. Deseamos y creemos que podemos vivir en un mundo mejor, anhelamos que nuestros corazones abran sus puertas y permitan que Dios y sólo Él sea nuestro centro y nuestro todo.

Empecemos actuando en nuestra familia, dejando de lado los gritos para dar paso al diálogo, cambiando la indiferencia por abrazos y el silencio por las palabras amorosas. Amando a los que nos rodean y siendo antorchas de la luz del Espíritu de Dios viviendo en fe, esperanza y amor, es como podemos contribuir a que la paz reine en nuestro mundo. Bien lo decía la Madre Teresa: “Si quieres promover la paz mundial, ve a casa y ama a tu familia”.

Recordemos que ¡con amor todo es posible!

 

 

Fundación Dar Amor, Dar Vida AC

 

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