Hola, lectora inquieta: en tu carta dices que, a propósito de la despenalización del aborto, ya no supiste «dónde quedó la bolita», es decir, si es pecado o no lo es, si es delito o no; o que si se practica a las doce semanas y un día, entonces sí se comete un delito; que si el aborto hace más libre y digna a la mujer y es una conquista en el terreno de la equidad de género… En suma, que estás «hecha bolas».
Bueno, por principio, te diré, si te sirve de consuelo, que otras personas no sólo están confudidas al respecto, sino que han cometido un error y muy grave, no sólo por el aborto en sí, sino por demonios que se sueltan. Como dijera la hoy beata Madre Teresa de Calcuta cuando le pidieron su opinión con respecto al aborto: «si una madre es capaz de matar a su hijo, de ¿qué no será capaz el ser humano?».
En primer lugar, debes distinguir entre «pecado» y «delito». Estoy suponiendo que eres cristiana católica, pero a continuación te aclaro los términos: pecado, es una acción u omisión contra la moral y práctica cristiana; en tanto que delito, es la acción u omisión contra las leyes civiles. En el caso del aborto, para los cristianos católicos siempre será un pecado gravísimo, porque va contra el derecho natural a la vida.
Otro punto que debe quedar claro es la distinción entre una «ley natural» y una «ley positiva». Por ley natural, se entiende aquélla que viene inscrita en la misma naturaleza humana, como el derecho a la vida, precisamente. Y ley positiva es la establecida por acuerdo de los seres humanos. La ley natural es intocable, no está sujeta a votación: no podemos votar si alguien tiene derecho a la vida o no. Una ley positiva que contradiga la ley natural se vuelve nula, ni siquiera existe. Es el caso de la así llamada «ley de despenalización del aborto».
Según los diputados que votaron a favor de esta ley, el bebé que comienza a gestarse en el seno materno no es un ser humano, sino hasta las doce semanas de gestación; o, en caso de que lo sea, no goza de los derechos humanos naturales y universales como el derecho a la vida y, entonces, quitarle la vida y extirparlo, como si se tratara de un tumor, no constituye un delito. ¡Qué asunto tan aberrante! Alguno de los votantes, en su más total ignorancia, pretendió encontrar una justificación diciendo: «no estamos en favor del aborto, invitamos a no practicarlo, sólo lo hemos despenalizado». ¡Qué cinismo y qué incongruencia! Vamos a despenalizar el secuestro, por ejemplo, y a exhortar, con mucho respeto, a los secuestradores a que dejen de hacerlo… ¡Por favor!
Estimada lectora, esto te debe quedar claro: por ningún motivo –y si eres cristiana católica con mayor razón–, se puede permitir el aborto directo y voluntario, puesto que es un gravísimo pecado, y un gravísimo delito. Y aunque la penalización no es el único recurso para atacar el problema, creo que despenalizarlo es un lamentable error en sí mismo, y, como lo comento al principio, porque vulnera en su fuente misma el valor de la vida humana: diariamente recogemos frutos podridos aquí mismo en nuestra patria.
Pbro. Sergio Díaz Lepe