Este 5 de julio 77 millones 481 mil 874 personas, inscritas en el padrón electoral, tendremos la posibilidad de elegir democráticamente, por medio del voto, a 300 diputados federales por vía directa. El reto de esta votación no tiene que ver en cómo quedará conformada la Cámara o cuál partido obtendrá la mayoría, sino lograr que la ciudadanía acuda a las urnas, terminando con el abstencionismo que, de acuerdo con algunos analistas, será muy alto (entre el 65 y 70 por ciento), y que ello ayude a la consolidación de la democracia en México.
La democracia
Se ha escrito y reflexionado mucho acerca de que vivimos en un país que lucha por consolidar la democracia. Pero, ¿qué significa decir que un país es gobernado democráticamente? Robert Dahl, en su libro “La democracia: una guía para los ciudadanos”, dice que un país democrático requiere: “cargos públicos electos, elegidos por los ciudadanos; elecciones libres, imparciales y frecuentes, libertad de expresión, fuentes alternativas de información: el ciudadano tiene derecho a solicitar fuentes de información y a recibir dicha información; autonomía de las asociaciones y ciudadanía inclusiva”. Dahl refleja, entre otras cosas, que sin la actuación de la ciudadanía no se puede tener una democracia durable y consolidada. Es decir, la participación democrática no termina con el ejercicio del voto, sino que apenas inicia, porque sigue exigir a los elegidos para los cargos públicos, no sólo que cumplan con lo prometido en campaña, sino que contribuyan a mejorar, cualitativa y cuantitativamente, las condiciones de vida de aquellos que los pusieron en esos cargos; además de exigir que busquen siempre el bien común, la igualdad, que luchen por la reconciliación, la justicia, la paz social. Sin embargo, es necesario que los ciudadanos hagamos lo mismo con las personas que nos rodean, porque la democracia no sólo es una actitud de los gobernantes, sino que parte, en mayor medida, de los gobernados, por una razón muy sencilla: somos más que ellos y podemos lograr mucho si asumimos los valores democráticos y los llevamos a la realidad.
Este 5 de julio constituye una oportunidad para comenzar a asumir la ciudadanía como tal, acudiendo a las urnas a emitir nuestro voto por el candidato o el partido político que mejor nos complazca y que creamos que llevará a la practica lo prometido; que mejorará el país elaborando e impulsando leyes que ayuden a mejorar la economía, la política y el aspecto social de nuestro país.
El voto nulo
Contra toda cultura democrática se han levantado voces que van en su contra: quienes promueven el voto nulo, por ejemplo. En artículos periodísticos, en portales de Internet, como “Youtube”, existen videos de cómo se puede anular el voto. Los seguidores del voto nulo afirman que es una forma de protesta en contra de los malos gobernantes que ostentan el poder. Dicen, además, que tenemos que asistir a votar el 5 de julio, pero a anular nuestro sufragio, para que nadie resulte elegido.
Los promotores de esta campaña, sin embargo, no han tomado en cuenta que muchos o todos los partidos políticos tienen el llamado voto duro: no dejarán de votar por su candidato y, de este modo, con toda seguridad, si se lleva acabo esta propuesta ganarán no precisamente los mejores.
“Con base en la información del IFE, la lista nominal de ciudadanos con derecho a voto consta de 77 millones 481 mil 874 personas. Algunos analistas han pronosticado que en la próxima elección habrá entre 65 y 70 por ciento de abstencionismo, lo que significará la máxima abstención calculada”, así lo afirma Octavio Rodríguez Araujo en un artículo publicado en La Jornada el 4 de junio pasado. Y es precisamente a los que no votarán a los que va dirigido el mensaje de los partidarios del voto nulo: a que asistan a las urnas a anular su voto.
Nuestros retos
La democracia no se construye de la noche a la mañana, es un trabajo de todos los días, y nos compete a todos en este país. Grandes y pequeños tenemos que asumir los valores de la tolerancia, el respeto, la paz, el derecho a votar, etcétera, cuya práctica habrá de engrandecer a este país.
A los niños se les debe enseñar en la escuela a vivir como ciudadanos. Ya no debe ser como antes, en que la enseñanza estaba dirigida a memorizar fechas cívicas y héroes que teníamos que venerar casi religiosamente; hoy la educación debe estar orientada al ejercicio democrático, a vivir valores que nos conduzcan a ser una mejor sociedad.
Las familias, asimismo, deben aprender a ser democráticas, a tomar decisiones en conjunto; los comités de acción ciudadana de las colonias, por su parte, deben asumirse como verdaderos nexos entre los colonos y las autoridades, y no buscar el bien personal. Por último, debemos verdaderamente exigir a nuestros representantes populares que el ejercicio de su cargo lo haga con transparencia y cercano a los que lo eligieron.
Hoy es el tiempo de los ciudadanos, de asumir nuestra responsabilidad como tales y no quedarnos con los brazos cruzados, para que no nos sigan engañando como lo han hecho durante tanto tiempo.
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Luis Julián Marín Velázquez
Comentarios al autor ( jmarinvelazquez1@yahoo.com.mx )