Del dolor al horror, fuimos Testigos de Jehová

Testimonio recogido por Felipe del Águila para La Senda

Dolor y tristeza
«Mi nombre es Alejo de Jesús Hernández Razura, y mi esposa se llama María Guadalupe Trinidad; engendramos ocho hijos, pero uno comenzó con ataques de epilepsia a los 13 años, y cuando tenía 20 una crisis lo llevó a la muerte. Este acontecimiento marcó a mi familia. En ese momento necesitaba el apoyo y consuelo de mis familiares; sin embargo, sólo recibí reclamos, al punto de que decían que mi familia y yo éramos responsables de su muerte; todo ello acrecentó mi dolor. Fue muy duro aceptar que mi hijo había muerto. Mi esposa, mis hijos y yo queríamos que nos visitara un sacerdote o hermanos católicos para que nos orientaran, pero nunca aparecieron.

La incorporación a los Testigos de Jehová

Me comencé a involucrar con esta secta porque mi esposa, sin saberlo, asistía a estudiar la Biblia con ellos; posteriormente, le pidieron que dichos estudios se hicieran en mi casa. Ellos comenzaron a hablarme de Dios, todo lo que dicen lo confrontan con la Biblia y saben tratar a las personas, sobre todo en situaciones como la que atravesábamos: decían que mi hijo no había muerto, sino que estaba en el paraíso.
Tiempo después, a mi familia y a mí nos invitaron al salón del reino, después nos bautizaron. Permanecimos con ellos cerca de seis años.

Lo que hacíamos
En familia íbamos, entre semana, a estudiar su Biblia, después a la escuela sabatina y dominical, para después predicar (90 horas). También nos aleccionaron como vendedores: a quienes visitáramos debían aceptar estudiar la Palabra, pero no recibíamos ayuda monetaria alguna, por el contrario, nos exhortaban a dar: «¿Qué tanto amas a Dios para ayudarlo? y ¿con cuánto lo quieres ayudar?». Incluso, yo fui siervo ministerial (que ellos equiparan con un sacerdote).

La censura
Una vez bautizados la situación fue cambiando poco a poco, sobre todo por «la censura». Censurado significa castigado o regañado, y se aplica a aquel que había cometido faltas delante de los demás hermanos.
Mi familia y yo fuimos censurados porque un muchacho que no estaba bautizado llegó a vivir a nuestra casa, por problemas familiares. Nos pidieron que lo echáramos por el bien de nuestras hijas, y le pedimos que se fuera.

El despertar
Así, nos dimos cuenta de su manera de proceder. Dicen: «Somos como ángeles y todos nos cuidamos». Lo cierto era que nos vigilaban.
«Esto no tiene caso», decía mi esposa, «yo te conocí en el mundo y en el mundo estamos, eres buena persona y estamos en la búsqueda de la santidad. No tiene caso que sigamos aquí». Y decidimos dejarlos. Pero no fue fácil, porque insistieron una y otra vez, incluso llegaron a decirnos: «No deben dejar a Jehová porque Jehová los dejará a ustedes». Al darme el servicio de siervo ministerial querían separarme de mi familia, como lo han hecho con otros, pero gracias a Dios recapacité. Algo maravilloso es que nunca dejamos de amar a la Virgen María y a los santos, cosa que no aceptan.

El retorno a nuestra Madre, la Iglesia

Una vez que dejamos esa secta viví confundido, pero mi esposa comenzó a asistir a un templo católico. Posteriormente, recibí la visita de un amigo, quien me convenció de asistir a Misa. Además, mi hija platicó con un sacerdote, quien la confesó y casó en Talpita, lo que motivó que nos acercáramos a pedir orientación y a recibir el Sacramento de la Confesión. Tiempo después, una amiga nos invitó a la Escuela de Pastoral. De este modo retornamos a nuestra vida familiar católica, aunque para los Testigos de Jehová estamos desterrados, como Adán y Eva, del paraíso. Actualmente, mi esposa apoya a un grupo en segundo grado, y yo participo en la Acción Católica Masculina; ambos damos pláticas prematrimoniales.

2007_11_14

Invitación

A los sacerdotes: Cuiden el rebaño que se les ha encomendado, vayan por la oveja perdida, enferma y herida. Formen laicos que lleven a los hogares la Palabra de Dios.

A todas las personas: No se dejen engañar, tenemos una Iglesia muy rica espiritualmente, donde somos recibidos por los brazos del Padre. No se conformen con sólo asistir a la Misa dominical».

 

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