27 años de camino hacia el Reino

2008_04_15-1

Entrevista a Mons. Alfonso Humberto Robles Cota, Administrador Apostólico y Obispo Emérito de Tepic

Mons. Alfonso Humberto Robles Cota, al cumplir 75 años de vida y 27 de ministerio episcopal, ha dejado la titularidad del Obispado de Tepic. En un recuento de su vida personal y ministerial, hoy presentamos esta entrevista exclusiva para La Senda del ahora Administrador Apostólico y Obispo Emérito de Tepic.

Después de 27 años al frente de la Diócesis de Tepic el Santo Padre aceptó su renuncia. ¿Qué sigue en la vida de Mons. Robles Cota, dónde vivirá, qué planes tiene? 
Me quedo a vivir en Tepic, procurando no ser un obstáculo para el gobierno pastoral del nuevo obispo.

Cuando cumplí 75 años de vida le presenté al Papa mi renuncia; en ella le expresé que mi intención era quedarme a vivir en la Diócesis de Tepic. Esto ya lo comuniqué a los sacerdotes y a los organismos de apostolados.

Cuando el Santo Padre Juan Pablo II lo nombró Obispo de Tepic, ¿cómo se imaginaba su vida episcopal?
El ministerio episcopal sí fue como lo había imaginado: gastándome por los demás, en el nombre del Señor. Me imaginaba que la vida episcopal me iba a exigir darme y desgastarme, como dice San Pablo en una de sus cartas: “Me gastaré y desgastaré por ustedes”.
Cuando recién me nombraron obispo tenía que pensar en un lema que fuera la definición de mi vida episcopal, y había pensando precisamente en esas palabras de San Pablo: “Me gastaré y desgastaré por ustedes”. Pero una religiosa me dijo: “Señor, no ponga ese lema, no se oye bien…”, y decidí cambiarlo; entonces elegí: “En el nombre del Señor”, así como se oye, pues no vine aquí en nombre propio, sino que he venido en el nombre del Señor, he trabajado en el nombre del Señor, y quiero que mi vida siga transcurriendo en el nombre del Señor.

¿Cómo era la Diócesis de Tepic cuando llegó como obispo, y cómo es ahora?
Cuando se dio a conocer mi nombramiento como Obispo de Tepic, algunas personas me dijeron: “Lo sentimos por usted, porque va a una diócesis conflictiva”; hoy puedo decir, con tranquilidad, que no encontré un clero conflictivo; problemas sí, pero todo con solución.

¿Cuál es el momento más grato que usted recuerda de su labor episcopal?
Muchos me han preguntado eso, y nunca he dudado en responder: Ordenar a un sacerdote; porque para mí constituye uno de los momentos más sublimes en la vida del obispo. Aunque algunos podrían pensar que es una respuesta simple, no lo es. El sacerdote es hombre consagrado a Dios que puede hacer, todos los días, el milagro de transformar el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre del Señor. Esa es una de las grandezas del sacerdocio.

¿Ha habido momentos difíciles? 
Sí los ha habido, y muy difíciles. Algunos de ellos sobrevinieron cuando alguno de mis sacerdotes dejaba el ministerio, argumentando que no podía vivir el celibato. Sé de antemano que el celibato es duro de llevar, que se trata de momentos muy duros para el sacerdote, y para mí es motivo de gran tristeza.

Cuando he ordenado a sacerdotes creo que están conscientes que renuncian también al matrimonio. Yo no he ordenado a niños, sino a hombres maduros. También he procurado que en el Seminario se camine hacia el celibato, que se hable de él y que se les forme para que los futuros ministros lleven una vida célibe, en castidad; la castidad no sólo es no casarse, sino que significa no apegar el corazón a nada ni a nadie que nos pueda alejar de nuestra consagración total al Señor. Si no guardamos la castidad, tarde o temprano nos será difícil vivir el celibato.

¿Ha sentido impotencia cuando se ha tenido que enfrentar a problemas graves?
Cuando surgen problemas busco la solución consultando; a pesar del dolor que humanamente me pueda causar, hago lo posible por buscar una vía que resulte favorable. Normalmente, los problemas los medito en la oración.

¿Ha habido lágrimas? 
Sí, provocadas por penas muy duras. En una ocasión recibí una llamada de atención por parte de la Santa Sede, por algo que fue interpretado como una imprudencia mía, cuando traté de salvar la vocación de un sacerdote, que finalmente terminó dejando el ministerio sacerdotal.

El presbiterio es una parte principal de la vida de la Iglesia, lo forman colaboradores directos del obispo. ¿Qué significó para usted el presbiterio de Tepic? 
Dices muy bien, son los colaboradores directos del obispo. Yo he encontrado el apoyo en ellos, y por eso en la homilía de mi aniversario 27 les compartía que los sacerdotes me han ayudado a vivir fielmente mi Sacerdocio desde el principio hasta el final.

Los laicos de la diócesis lo consideran un Pastor muy cercano, ¿cómo los ve usted? 
Yo veo a los laicos con sencillez, con mucho cariño y con mucha alegría, especialmente cuando constato que muchos de ellos son conscientes de su responsabilidad como laicos comprometidos con la Iglesia y la sociedad.

¿Qué le deja a usted esta trayectoria episcopal? 
Me deja tranquilidad, serenidad para el resto de la vida.

¿Siente que ha cumplido? 
Si, aunque también reconozco que me han faltado algunas cosas; no puedo decir que yo haya sido el obispo perfecto, pero cumplí, con el favor de Dios, y en el nombre del Señor.

¿Qué le dejaría como herencia espiritual al presbiterio? 
Les dejo el deseo de que tengamos un corazón limpio.

¿Y a los laicos? 
Que le sigamos pidiendo al Señor que nos dé la fuerza y la capacidad de cumplir su voluntad, como lo decimos en el Padrenuestro.

Don Alfonso, ¿se arrepiente de algo? 
Sí, de mis pecados.

Arnold O. Jiménez / Rafael Rentería

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