Un acercamiento a la Historia
Para el siguiente año México estará de manteles largos. Y hay motivos suficientes para ello: se cumplirá un siglo de la Revolución y dos centurias de la Independencia. Vivimos, como se sabe, en una nación libre e independiente, no obstante la dependencia económica de otros países, que cuestiona continuamente nuestra débil autonomía. Esta doble festividad, que se ha agendado a lo largo del territorio nacional, incluye remozamiento de sitios históricos, publicaciones diversas, eventos culturales, puesta en marcha de proyectos para conocer la Historia, trazado de un itinerario cultural e histórico titulado “Ruta 2010”, que cruza el país a lo largo y ancho, entre otros programas e iniciativas.
Páginas electrónicas, publicaciones periódicas, diarios, revistas, han dado cabida en sus páginas a pasajes históricos y significativos que tengan que ver con la Independencia o la Revolución, como una manera de colaborar en esta gran cruzada de la Historia. Hoy “La Senda” se suma a la tarea e inicia una serie de textos con la intención de abonar al develamiento e interpretación de esa Historia que forma parte de nosotros, puesto que se trata de un pasado que nos es tan cercano que de alguna forma nos atañe e influye.
La Historia nuestra
No conocer la Historia es condenarse a repetirla. Aunque, puntualizando, no conocer nuestra historia, nuestro pasado cercano sería desdeñar de algún modo lo que ha contribuido a construir lo que somos, a desentrañar por qué somos como somos, por qué nuestro particular modo de pensar y ver el mundo.
Muchas de las señas y explicaciones de los hechos que hoy dan rumbo a la vida nacional, a la vida de las ciudades y a la de cada uno de nosotros, tienen su raíz en aquellos sucesos que han merecido consignarse para su estudio y divulgación.
Por otro lado, es por todos conocida la polémica en torno a que nos movemos entre dos Historias: la oficial y aquélla que contradice en algunos pasajes importantes a la que, mediante la educación formal, nos transmiten. ¿Cómo diferenciar una de otra? ¿A qué intereses responde la oficial? ¿Por qué una desmiente a la otra y, sin embargo, no logra superponerse? ¿A dónde nos conduce toda esta confusión? ¿Conoceremos todos algún día nuestra verdadera Historia?
Como un intento de dar respuesta a ésta y otras interrogantes, mas sin un afán de polemizar, en textos subsecuentes iremos dando luces respecto a algunos pasajes del movimiento independentista y del fenómeno revolucionario en nuestro país, pues éstos constituyen la piedra angular de nuestra vida nacional.
Itinerario de la Independencia
Al cumplirse en septiembre de 2010 los 200 años del inicio del movimiento de Independencia en nuestro país, mes a mes iremos reseñando las fechas y personajes más importantes de los años 1808 a 1821, que fueron dando forma a este importante capítulo en la historia del México independiente. En esta ocasión toca a los dos primeros años: 1808 y 1809.
1808
• El 15 y 16 de agosto de 1808 (año en que inicia este movimiento) un grupo de hombres armados, encabezados por Gabriel Yermo, asalta el palacio Villarreal tomando preso al virrey Iturrigaray, a Francisco Primo de Verdad y a Juan Francisco de Azcárate, regidores del Ayuntamiento de México.
• En España, mientras tanto, en este año, Napoleón Bonaparte y Pepe Botella hacían estragos por toda la península.
• Y en el pueblo de Dolores, en Guanajuato, don Miguel Hidalgo fomentaba veladas literarias y sociales mientras cuidaba sus cultivos de moreras y gusanos de seda, recuerda don Jesús Gómez Fregoso, (“Agosto 15 de 1909”, diario Público, agosto 14 de 2009).
1809
El 21 de diciembre es descubierta la Conspiración de Valladolid, Michoacán, que tuvo como líderes al teniente José Mariano Michelena y al capitán José María García Obeso, que habían sido alumnos de Miguel Hidalgo en el Colegio de San Nicolás.
La Conspiración de Valladolid
El teniente José Mariano Michelena y el capitán José María García Obeso, que habían sido alumnos de Miguel Hidalgo en el Colegio de San Nicolás, fueron quienes encabezaron la Conspiración de Valladolid.
A las juntas de la Conspiración asistían también el fraile Vicente de Santa María, Manuel Ruiz de Chávez, cura de Huango y varios civiles y militares. El plan era reformar una junta que gobernase en nombre de Fernando VII y despojar a los españoles de sus bienes.
La Conspiración fue descubierta, por denuncias de algunos de sus asistentes, un día antes de hacerse efectiva.
Bastión ideológico
Según algunos historiadores, la Conspiración de Valladolid fue uno de los principales detonantes que llevaron a la caída de la Corona española en el ahora territorio mexicano. Y algunos estudios históricos señalan que, más que Guanajuato, Valladolid (hoy Morelia) fue la punta de lanza del movimiento independentista: la fuerza ideológica que sustentó la rebelión se fraguó en esa ciudad del Occidente mexicano, principalmente en el Colegio de San Nicolás, cuyo rector fue don Miguel Hidalgo del “1 de febrero de 1787 hasta el 2 de febrero de 1792, en que fue nombrado Cura interino de Colima” (“Anales de la vida del Padre de la Patria”, de Agustín Rivera, 1910).
A las cátedras impartidas en el Colegio de San Nicolás por el cura de Dolores asistieron quienes serían los principales cabecillas de la Conspiración de Valladolid, además de José María Morelos, José Sixto Verduzco e Ignacio López Rayón. Todos, de algún modo y en distintos tiempos, formarían parte importante del movimiento de Independencia.
Vida intelectual y cultural
El historiador José Fabián Ruiz, director de la Casa Natal de Morelos en el centro de la capital michoacana, afirma, entre otros estudiosos, que el verdadero origen de la Independencia estuvo en Michoacán: uno de los argumentos que esgrime son las actividades culturales y la vida intelectual que se gestó, principalmente, en el Seminario Tridentino y en el ya citado Colegio de San Nicolás; de donde manó a borbotones un caudal de ideas y un pensamiento renovado.
Las casas de los conspiradores sirvieron como lugares de reunión, donde secretamente se congregaban para ir fraguando, poco a poco, el documento de la Conspiración de Valladolid que, cabe decirlo, fue quemado inmediatamente después de que fuera descubierta la revuelta: José María García Obeso lo incineró a sabiendas de que los firmantes corrían grave peligro de aprehensión, e incluso de muerte.
El pensamiento liberal
Aquel pensamiento jesuita que afirma que “el hombre que no piensa en libertad, no piensa en sí mismo, ni piensa en su futuro”, constituía parte del trasfondo ideológico que el cura Miguel Hidalgo le inculcó a sus alumnos en el Colegio de San Nicolás. El historiador Fabián Ruiz subraya que estas ideas libertarias fueron canalizadas, asimismo, por los cambios en los libros que llevaban los alumnos, pues el Rector del Colegio, el mismo Hidalgo, como maestro de moral, teología y filosofía se auxilió de textos “más avanzados” que los que mandaban los cursos.
De esta manera, poco a poco, imbuido Hidalgo también en la filosofía de Rosseau que leía secretamente, fue gestando una semilla liberal en aquellos jóvenes sedientos de conocimientos y libertad. Todos ellos, en el segundo periodo de Independencia serían líderes que contribuirían con su pensar y acciones a la consecución del fin anhelado: la Independencia de la Corona española.
El “Padre de la Patria”
A don Miguel Hidalgo y Costilla se le conoce como el “Padre de la Patria” por haber sido, entre otras cosas, protagonista del famoso Grito de Dolores (la voz de inicio de la lucha armada), sin embargo se cuenta que hay algunos pasajes oscuros en su vida: que siendo sacerdote tenía mujer e hijos, que era un rebelde, un hombre peligroso, que fue denunciado en tres ocasiones ante la Santa Inquisición, la última en 1809 por fustigar en contra de la obra “Mística ciudad de Dios” de la Madre María de Jesús, Abadesa del Convento de Franciscanas de Agreda (Cfr. “Anales de la vida del Padre de la Patria”, Agustín Rivera).
El historiador Jesús Gómez Fregoso escribe: “El señor canónigo don Manuel Abad y Queipo, desde la Catedral de Valladolid se carteaba con su gran amigo Miguel Hidalgo y le compartía su preocupación por la desigualdad social que veía. Abad y Queipo trataba de que la Corona se preocupara por la situación de los indios de Michoacán. Nadie se hubiera imaginado que los dos grandes amigos después, en octubre de 1810, estarían en bandos opuestos y que don Manuel, ya como Obispo de Michoacán, firmaría un decreto en el que le diría a su amigo don Miguel que había ‘incurrido en excomunión’ por haber apresado a varios clérigos en Celaya y Chamacuero”.
En la siguiente edición comenzaremos con la ruta de la Revolución y el acontecer eclesiástico de la Diócesis de Tepic en los tiempos revolucionarios.
Jacinto Buendía