En la Eucaristía de clausura del 10º Congreso Nacional Juvenil Misionero (CONAJUM), el Obispo Ricardo Watty pronunció la oración con la que la Diócesis de Tepic hizo su apertura a la Misión Continental para que todos los sacerdotes, religiosas, religiosos y agentes laicos, nos pongamos en estado permanente de misión al servicio de las parroquias y comunidades de todo el territorio diocesano.
La raíz viene de Aparecida
Como todos sabemos, la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe celebrada en Aparecida nos lanzó a la misión, declarando al Continente Americano en un estado de misión permanente, que se identifica con el proyecto evangelizador de Aparecida, de acuerdo con los Planes Diocesanos de Pastoral y otros procesos de formación en la fe. No se agota en las actividades particulares, sino que se pretende dinamizar el anuncio de Jesucristo en cada una de las comunidades y originar procesos que sigan creando estructuras para que aseguren esa permanencia misional.
La propuesta de la misión es a nivel continental, y su organización y realización concreta corresponde a cada país y a cada diócesis en particular, por medio de la elaboración de un proyecto a nivel diocesano a instrumentarse en cada comunidad parroquial, con el debido acompañamiento desde la Provincia Eclesiástica, que asegura la relación a nivel nacional y continental.
Integrantes de la comunidad de comunidades
La misión es integral e integradora. Pretende llegar a hombres y mujeres, multitudes y grupos, indiferentes y alejados; tanto territorial como sectorialmente. Abarca no sólo celebraciones y anuncio, sino también acción social y estructural como una respuesta a las distintas necesidades. Cuida los cinco aspectos del proceso evangelizador: encuentro con Cristo, conversión, discipulado, comunión y misión.
Busca, asimismo, multiplicar el número de discípulos misioneros, e integrarlos en las pequeñas comunidades de nuestros sectores. Jesús, a cada uno de los que llamó a ser sus discípulos, los fue integrando a su comunidad. La Misión en la diócesis busca que todos los discípulos de Jesús vivan una experiencia comunitaria más cercana de comunión de la que se realiza en las parroquias. La comunidad parroquial tiene que renovarse como comunidad de comunidades, como un ente misionero, y dejar de ser sólo un centro de distribución de servicios.
Indispensable el encuentro con el otro
Algunas opciones metodológicas que deben tomarse en cuenta es: salir, ir a donde están las personas, con cercanía afectiva, en diálogo con los indiferentes, con actitud de apertura y en comunión. Permitir el papel privilegiado de los laicos para un protagonismo en la evangelización de las realidades temporales. Reafirmar la opción por los más pobres y excluidos.
La misión es parte fundamental de la Iglesia llamada por el Señor a evangelizar a todos los pueblos. Por eso, la misión que se realice como fruto del encuentro de Aparecida debe, ante todo, animar la vocación misionera de los cristianos, fortaleciendo las raíces de su fe y despertando su responsabilidad para que todas las comunidades cristianas se pongan en estado de misión permanente.
En busca de un “nuevo Pentecostés”
Se trata de despertar en los cristianos la alegría de ser discípulos de Jesucristo, celebrando con verdadero gozo el “estar-con-Él” y el “amar-como-Él”, a fin de ser enviados a la misión. “¡Necesitamos un nuevo Pentecostés! ¡Necesitamos salir al encuentro de las personas, las familias, las comunidades y los pueblos para comunicarles y compartir el don del encuentro con Cristo, que ha llenado nuestras vidas de ‘sentido’, de verdad y amor, de alegría y de esperanza!”.
La misión nos lleva a vivir el encuentro con Jesús, que nos lanza a una conversión personal y comunitaria, capaz de impulsar hacia la santidad y el apostolado a los bautizados, de atraer a quienes han abandonado la Iglesia, a quienes están alejados del influjo del Evangelio y a quienes aún no han experimentado el don de la fe.
La Misión Continental abre un nuevo horizonte para la Iglesia de América Latina y El Caribe que quiere “recomenzar desde Cristo”, recorriendo junto a Él un camino de maduración que nos capacite para ir al encuentro de toda persona, hablando el lenguaje cercano del testimonio, de la fraternidad, de la solidaridad.
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Susana Cortés Sauceda
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